Fernando Alonso llega a Ferrari en el mejor momento para ambos. Así lo repiten sus dirigentes constantemente. En lo deportivo ya se verá, porque ha sido uno de los peores años de la Scuderia en la última década, pero desde luego en lo técnico no cabe duda, ya que Maranello estrena este invierno un arma nueva, el esperado simulador de última generación, del que va a disfrutar el español en primera persona a principios del mes que viene.
La prohibición de realizar test en pista una vez que arranque el campeonato el 14 de marzo prosigue esta temporada y las horas de vuelo en el simulador vuelven a ser cruciales. Por un lado, para probar piezas nuevas de la forma más aproximada a cómo influirán en realidad con el coche en la pista, y por otro para llevar el coche los viernes a los grandes premios perfectamente reglados desde fábrica en condición de rendir desde la primera vuelta de los libres, sin perder un tiempo precioso. Este año además, se estrena el circuito de Corea, lo que añadirá una nueva y vital función al simulador: aprenderse un circuito como si de un videojuego se tratara.
Desde hace más de un año, Ferrari le encargó a la empresa estadounidense Moog, quizás la más importante del sector de sistemas y componentes de control de movimiento, un simulador de pilotaje adaptado a las exigencias de la F1. Un proyecto multimillonario en el que el simulador de pilotaje dinámico incluye mecanismos de movimiento combinado, especialistas dedicados y una plataforma elevada sobre seis patas en la que se ubicarán los pilotos para dar vueltas y vueltas en el mundo virtual con tantos amortiguadores y servos que los movimientos cinéticos tendrán una fidelidad pasmosa. El mejor para el mejor.
Hasta ahora, Ferrari se encontraba un paso por detrás de su gran rival, McLaren, con una unidad tan futurista que Lewis Hamilton, en el año de su debut en 2007, llegaba a los circuitos con el coche perfectamente reglado y con un conocimiento preciso del trazado. Parecía un veterano en vez de un rookie, se ahorró muchas horas de aprendizaje y pudo plantar cara al mismísimo Fernando Alonso o Kimi Räikkönen. Porque el simulador vale para los dos, el piloto y la máquina.
Ferrari contaba desde 2005 con un doble simulador que se fue mejorando con los años, uno en el Centro de Investigación de FIAT en Orbassano y otro similar en la propia sede de Maranello. En el primero los pilotos se sentaban sobre un chasis de tubos de aluminio que reproducía fielmente la cabina del piloto, y en el de la fábrica tenían un chasis real en fibra de carbono sobre una plataforma, aunque la suspensión y las ruedas delanteras no eran reales, sino virtuales y aparecían en la triple pantalla frente al piloto. Eficiente, imprescindible, pero mejorable. Alonso va a tener una pieza de incalculable valor a su lado. En Renault, como él mismo bautizó, tenía poco más que una PlayStation.
No hay comentarios:
Publicar un comentario